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jueves, 25 de junio de 2015

Las universidades de México deben liderar el combate a la desigualdad

Por Jorge Suárez-Vélez


Uno de los factores que explican el superior desarrollo económico de Estados Unidos proviene de sus universidades. Según el Times inglés, 43 de las 100 mejores del mundo están ahí. El segundo puesto lo ocupa el Reino Unido con 12, y después sigue Alemania con 6.

Las universidades estadounidenses son motor de desarrollo de ciudades y regiones. Atraen a empresas e industrias que buscan beneficiarse de su capacidad de innovación y desarrollo de tecnología. Cuando Mercedes anunció la apertura en 1993 de su planta automotriz en Tuscaloosa, por ejemplo, parecía una ubicación caprichosa. Pero, se eligió ese sitio por su cercanía con la prestigiosa escuela de ingeniería metalúrgica y de materiales de la Universidad de Alabama.

Silicon Valley nace en 1939 cuando un profesor de la Universidad de Stanford, Frederick Terman, y dos graduados de ésta, Packard y Hewlett, establecieron una pequeña compañía de electrónica en un garaje de Palo Alto. Décadas después, Google, Yahoo, Cisco, HP, Sun y otras, tendrían relación con esa universidad. El estado de California ha recibido cientos de miles de millones de dólares de ingresos gracias a Silicon Valley.

El desarrollo económico de México es impensable sin fortalecer sus universidades. Es indispensable que incrementen su contacto con su comunidad, interactuando mejor con entidades locales públicas y privadas. Además, como dije en mi columna previa, es imprescindible nivelar el campo de juego para incrementar fuertemente el acceso de buenos estudiantes que provienen de familias sin recursos a las mejores universidades del país. En la nueva economía del conocimiento, las mentes jóvenes son el insumo y las universidades la fábrica que las transforma y equipa. Mientras más y mejores mentes alimentemos al sistema, mejor será el resultado.

En este sentido, merece reconocimiento la transformación que intenta el Tecnológico de Monterrey, que cuenta con más de 50 mil alumnos de licenciatura. El Tec lanzó el programa “Líderes del Mañana” becando 100% a 200 jóvenes de alto potencial académico cada año, provenientes de familias con ingresos menores a 15 mil pesos mensuales. Es un buen principio. Sin embargo, invitaría a esta institución a llevar su esfuerzo al siguiente nivel, desarrollando también un programa para becarios provenientes de secundarias públicas para sus preparatorias, para después expandir la base de aspirantes de bajos recursos para la universidad.

Reconociendo las enormes limitaciones de estudiantes que vienen de secundarias públicas, valdría la pena desarrollar, incluso, un programa “propedéutico” (quizá en los veranos de los tres años de secundaria”) para elevar el nivel académico de estudiantes con alto potencial, para dejarlos al nivel de jóvenes que vienen de escuelas privadas de alto rendimiento.

EL Tec da claras muestras de querer volverse un sistema más incluyente y meritocrático, una entidad más socialmente diversa de lo que ha sido. Le ponen el ejemplo a otras instituciones educativas. Ojalá eliminen, incluso, todo pase automático a la universidad, independientemente de que el alumno venga de su propio sistema de preparatorias. El pase automático es una práctica nociva en grandes universidades públicas como la UNAM, y en universidades privadas. Es positivo que los graduados de preparatoria compitan por espacio.

Recordando que una universidad es sólo tan buena como sus alumnos, todo proceso de selectividad será provechoso. Al estar intentando reducir el sesgo implícito en la extracción social, dan un paso enorme para construir un país más justo. (Reconociendo la imposibilidad de emparejar por completo el terreno, ante las serias desventajas que arrastran jóvenes que provienen de familias y comunidades pobres.)

El segundo proyecto del Tec que merece reconocimiento es el del llamado “Distrito Tec”. Este loable experimento abrirá el campus principal de esta institución en Monterrey a la ciudad que lo rodea, derribando paredes y trasladando la seguridad al interior de cada edificio. Esto permitirá que vecinos se beneficien de tener una universidad junto, usando áreas verdes, teniendo acceso a actividades culturales, pero abriéndose también a empresas privadas para que participen físicamente en el campus generando proyectos conjuntos de investigación y desarrollo.

Este ambicioso proyecto, que implica una inversión superior a 600 millones de dólares, inicia con la demolición del actual estadio de futbol para reemplazarlo con uno más pequeño y adecuado para actividades deportivas colegiales, pero buscando que libere áreas que serán aprovechadas para otros objetivos. Además, este proyecto intenta integrar a esta universidad a su entorno urbano, incubando proyectos para contribuir al desarrollo económico y social de sus barrios vecinos.

Como dije en mi columna previa, mientras en México todos se echan la bolita para ver quién resuelve el problemón educativo del país, el mundo evoluciona a velocidad vertiginosa. Ante la creciente presión que diferentes estructuras clientelares le imponen a gobiernos estatales y federales, pareciera que quizá le toca a instituciones no estatales marcar la pauta. Enhorabuena por la iniciativa de una universidad que parece dispuesta a tomar riesgos y a redefinir su futuro.

Twitter: @jorgesuarezv

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