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lunes, 12 de enero de 2015

Adiós Lenin (para siempre)

Cecilia Soto, analista político
Muchos de estos jóvenes tendrán que aprender estadística y modelos de econometría para probar sus hipótesis en el espacio digital, no tendrán que sacrificar a generaciones enteras en aras de la experimentación en la vida real con una utopía que se convirtió en pesadilla

A los estudiantes del IPN

Por Cecilia Soto

México.- Terminamos 2014 con una sensación de cataclismo y desesperanza. Pienso en los hogares en los que habrá un lugar vacío a la mesa en estas celebraciones navideñas y de Año Nuevo. No sólo en los de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, sino en los de más de 20 mil mexicanos desaparecidos, en los que la fecha al mismo tiempo enciende la esperanza y multiplica el dolor. Desde aquí los abrazo solidariamente.

No les servirá de consuelo pero les comparto mi convencimiento de que ha nacido una nueva generación de mexicanos con la urgencia de curar las heridas de nuestro país, mexicanos que no pueden dejar de pensar en su país, tal como los de la generación galvanizada por los sucesos de 1968 y de 1971 no hemos podido dejar de hacerlo.

Lo más rescatable de este año fatídico son las decenas de miles, centenas de miles, de jóvenes que súbitamente abrazaron un mundo mucho más amplio que el de su vida cotidiana. No sabían de las normales rurales, no sabían pronunciar siquiera Ayotzinapa, no sabían o no querían saber del narco, de las extorsiones; el estado de Guerrero era apenas la silueta borrosa que rodeaba a Acapulco en los mapas, pero lo sucedido el 26 de septiembre los ha hecho aprenderse el nombre de los 43 estudiantes primerizos; desfilan por las ciudades pequeñas y grandes de México aferrados a los hijos de Guerrero, inventanperformance y flash mob en calles, plazas y mallsimpidiendo el olvido. Toman las grandes avenidas con sus marchas bulliciosas y, al mismo tiempo, solemnes y pacíficas, pues la violencia que era anónima de repente ha tomado el rostro de estudiantes como ellos. Cazan fallas pequeñas y grandes y las transforman en hashtags, #yamecansé le dicen de tú al procurador y, como en mayo del 68, piden lo imposible: vivos se los llevaron, vivos los queremos.

A diferencia de mi generación, la que despertó con el bazucazo echeverrista a la prepa de San Ildefonso el 26 de julio de 1968 con el pretexto de otra celebración, y que acudió con espíritu libertario a la manifestación del silencio acompañando al rector Barros Sierra, huyó aterrada de la plaza de Tlatelolco, visitó a los presos políticos de Lecumberri y de tantas cárceles de provincia, los esperó a su regreso del exilio para regresar con ellos a las calles el 10 de junio de 1971 y volver a ser reprimidos, a diferencia de mi generación, ésta nace libre de los dogmas de la dictadura del proletariado, de la sociedad sin clases (por decreto), del comunismo.

Ya se notaba en las manifestaciones multitudinarias con motivo de la desaparición de los estudiantes normalistas: no había en la mayoría de las marchas la iconografía revolucionaria que paradójicamente persistía en los muros de la Normal de Ayotzinapa. No había retratos de los héroes de mi generación: adiós Che Guevara, adiós Lenin, adiós Ho Chi Minh; Fidel: por favor, sigue en tus meditaciones y dile al pajarito de Hugo Chávez que ni se aparezca.

El último espejismo se ha esfumado gracias a la iniciativa valiente de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro: Estados Unidos y Cuba reanudan relaciones diplomáticas. No hay esfuerzo que logre ocultar la realidad amarga del fracaso de la Revolución Cubana en tantos aspectos caros a la felicidad humana.

Esta generación recién nacida para el activismo, la preocupación social, el protagonismo cívico, el interés por lo público, no tendrá que leer a Marx ni a Engels aunque con ello se pierda a dos de los mejores polemistas y más agudos pensadores; no tendrá que prepararse para entender los textos sagrados leyendo a Feuerbach ni a Hegel, ni sacrificar su cerebro intentando entender el estructuralismo de Althusser o peor aún el de su discípula Marta Harnecker pero —justicia poética— deberá leer a Thomas Piketty y su peculiar homenaje a El Capital de Karl Marx. El Capital en el Siglo 21, el gran libro de Piketty, analiza el crecimiento secular de la desigualdad y su obstrucción a un crecimiento justo y democrático. Muchos de estos jóvenes tendrán que aprender estadística y modelos de econometría para probar sus hipótesis en el espacio digital, no tendrán que sacrificar a generaciones enteras en aras de la experimentación en la vida real con una utopía que se convirtió en pesadilla.

Estos jóvenes que nos sorprenden con sus intervenciones yperformance creativa demandando una respuesta a los crímenes de Ayotzinapa no tendrán la ilusión de seguir el ejemplo guerrillero del Che Guevara y su puesta en práctica de la teoría del foco revolucionario que segó estúpidamente la vida de la flor y nata de la juventud latinoamericana. Puede más un hashtag reproducido viralmente para estremecer a un gobierno que subirse a la montaña. Puede más el uso hábil y acucioso de las herramientas de la transparencia y su masificación en las redes sociales, aunque no basta.

Esta generación que anima las calles de México no es una que nazca sin utopía o sin ideología, sólo que gracias a los millones de seres humanos sacrificados con Lenin, Stalin, Mao, el Khmer Rouge, las millones de vidas vividas en la opresión de dictaduras “por el bien del pueblo”, las millones de historias reveladas con la caída del Muro de Berlín, con el derrumbe del “socialismo real”, esta generación podrá refinar sus propósitos y metas con lecturas, debates, noches tan insomnes como las nuestras (pero con menos tabaco) en torno al tema de la desigualdad y cómo atenuarla. Buscan una sociedad más justa, más libre, más plural, más democrática, más igualitaria sin serlo por decreto, más incluyente y diversa.

Bienvenidos. Y a mis generosos lectores, les deseo salud, bienestar y el cariño y cercanía de sus seres queridos y un mejor 2015.

Twitter: @ceciliasotog

ceciliasotog@gmail.com

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