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jueves, 18 de diciembre de 2014

Aquí no pasa nada

No hay ninguna duda de que gran parte de la sociedad está indignada y harta de la corrupción en todas sus manifestaciones

México, D. F.- En Los Pinos y la SHCP ya decidieron que el caso Ayotzinapa sí es motivo de dolor e indignación, pero también que las sospechas de conflicto de intereses en las casas de Angélica Rivero y Luis Videgaray son infundadas, puesto que las operaciones para su financiamiento y compra fueron absolutamente legales. Explicaciones sobre por qué cancelaron la licitación del tren México-Querétaro, a los chinos sí; a los mexicanos, ninguna. Por tanto no esperen ningún cambio al respecto toda vez que, como lo declaró Aurelio Nuño, el caso está cerrado.

El mensaje es claro y contundente —la seguridad sí es motivo de interés, la corrupción no— y se acata con una rapidez asombrosa por todos los que están por debajo del Presidente en el organigrama del gobierno y de su partido. Lo ocurrido en la Cámara de Diputados —la negativa del PRI a respaldar el sistema anticorrupción mediante una treta muy burda— es una señal contundente de que la novena propuesta del decálogo presidencial —“promoveré con estricto respeto a la división de Poderes la pronta aprobación de diversas leyes y reformas en materia de combate a la corrupción, que ya se encuentran en estudio y discusión en el Congreso de la Unión”— se convirtió en letra muerta en menos de un mes. ¿Dónde quedaron la voluntad y la credibilidad del presidente Peña Nieto?

La apuesta es clara, pero riesgosa. Puede sintetizarse así: déjenos gobernar, lo importante es retomar la instrumentación de las reformas aprobadas y darle tiempo a la recuperación de la economía. Ese molesto asunto cultural, la corrupción, volverá a su nivel y dejará de ser preocupación tan pronto pasen las fiestas navideñas y los mexicanos comiencen a sentir en sus bolsillos los beneficios de la economía creciendo y la apertura de las telecomunicaciones y del sector energético. Los resultados de las elecciones de junio, que ganará el PRI, reafirmarán ese diagnostico: aquí no pasó nada, aquí no pasa nada. Excepto por esos revoltosos de Guerrero y los poderosos intereses afectados por nuestras reformas.

Sin embargo, la gente en la calle piensa otra cosa. En la encuesta GEA-ISA, 53% de los ciudadanos no le creyó a Angélica Rivera su versión de cómo se hizo de la casa blanca; 60% piensa que es incorrecto haberle comprado la casa al dueño de la constructora que tantos negocios hizo con su marido cuando era gobernador del Estado de México. Pero más grave que esos datos es el de la credibilidad del presidente Peña Nieto. A la pregunta ¿qué tanto le cree? las respuestas son apabullantes: 12% dice creerle mucho (ni siquiera todos los priistas lo hacen), mientras que 38% asegura no creerle nada. Aunque se puede gobernar así, la eficacia del gobierno se reduce de manera considerable.

A la pregunta cuál es el principal error del gobierno del presidente Peña, 35% respondió que era Ayotzinapa, la casa blanca, no combatir la corrupción, ni la inseguridad. Pero la corrupción afecta a todos, no solo al gobierno. A la pregunta con qué partido asocia usted el concepto de políticos corruptos, las respuestas fueron: con el PRI, 24%; con el PRD, 21%; con el PAN, 17%, y con todos, 25%.

No hay ninguna duda de que gran parte de la sociedad está indignada y harta de la corrupción en todas sus manifestaciones. En contraste, en el gobierno piensan que no hay motivo para indignarse, que ellos no tienen nada que ver o que es un problema menor. ¿Esta divergencia, que no es nueva y que antes no era motivo de marchas en la calle, producirá algo más que el descontento soterrado y se diluirá como lo piensan en Los Pinos, o se traducirá en un impulso de cambio?

Difícil saberlo. Y más cuando PAN y PRD han renunciado de manera vergonzosa a ser oposición y a convertirse en verdaderos contrapesos del gobierno en el tema del conflicto de intereses. La sociedad está sola, sin el respaldo de ningún partido y sin otras vías, hasta el momento, para traducir su descontento en acción eficaz. No es difícil imaginar que en junio próximo haya más abstencionismo que en otras elecciones, pero eso podría beneficiar al gobierno y al PRI, cuando menos hasta 2018.  Queda el movimiento en la calle. ¿Habrá otro catalizador como los de Ayotzinapa o la casa blanca que lo mantenga vivo y arrincone al gobierno y a los partidos a hacer algo? Están invitando a que se los fabriquen.

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