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martes, 4 de noviembre de 2014

La diezmada y aterrorizada generación 2014 de Ayotzinapa…

Ayotzinapa, Guerrero.- La generación 2014 de primer año de Ayotzinapa tenía 140 alumnos y se ha quedado con 42. Ha perdido 30% de sus estudiantes. Una generación diezmada, aterrorizada…

Era el día de Cocula. Del basurero municipal de Cocula, ese municipio colindante con Iguala, cuyos policías presuntamente participaron en la agresión, asesinato y desaparición de 48 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa (tres murieron, dos resultaron gravemente heridos y 43 desaparecieron).

Era el día en el cual el procurador, Jesús Murillo Karam, organizó un tour mediático por aquel lugar para que los medios tuvieran imágenes y fotos de una barranca en cuyo fondo había decenas de hombres y mujeres que, ataviados con asépticos trajes blancos, recorrían los sucios y quemados recovecos del área.

Era el martes pasado, el día en que los padres de los ausentes y los compañeros de éstos deambulaban ansiosos por andadores y patios de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos: estaban a la espera de noticias de Cocula, de una conferencia de prensa en la que se daría información sobre lo hallado en ese sitio.

—Si el gobierno llevó a la prensa hasta allá es porque hallaron algo importante, ¿verdad, señor? —preguntaba uno de los familiares. Nos dijeron que había marinos, soldados y policías. Que había helicópteros. Que estaban los expertos (forenses) de Argentina. Si los llevaron a ustedes es porque hay algo importante, ¿no, señor?

Yo no sabía qué responder. Mejor me desplacé a platicar con algunos de los jóvenes de primer año, los de recién ingreso. Los compañeros de los muertos, de los heridos y de los desaparecidos. Uno de ellos, José, estaba sentado en el balcón del pasillo F de los dormitorios. Columpiaba sus pies. Miraba incesantemente hacia el piso. Cuando levantaba la cara y volteaba hacia todos lados, sus ojos negros acechaban con angustia, con desconfianza. Le pedí permiso para que mi compañero camarógrafo Miguel Ángel Fuentes entrara a grabar al cuarto número cinco, a su cuarto, donde solían dormir otros dos Migueles, dos de los desaparecidos.

—Aquí dormía Miguel. Era de Apango. Era serio. Le gustaba el futbol, pero una máquina del campo le quebró un pie…

—narraba José, mientras señalaba y mostraba una cobija, los zapatos y la poca ropa de su compañero, todo asentado en el piso, porque los jóvenes de recién ingreso duermen en el suelo.

—Y ahí enfrente dormía Miguel Ángel. Él se daba a respetar porque ya está casado. Era de aquí, de Tixtla. De él, ya no hay nada, sus papás ya se llevaron sus cosas. Si aparece vivo, ya no lo dejan regresar.

—Y tú, ¿te vas a quedar?

—Nuestros papás nos dicen que ya nos vayamos, pero yo les digo que si ellos (los desaparecidos) estuvieran en nuestro lugar, aquí estarían apoyando. Me voy a esperar a que aparezcan, para ayudar al movimiento, pero luego ya me voy. Aquí da miedo. A lo mejor me meto a otra normal en otro lugar que no sea tan peligroso…

Silencio. Tan lapidario el silencio como las conjugaciones en pasado que ya usan los jóvenes cuando hablan de sus compañeros desaparecidos: “Él era”, “Él hacía”, “A él le gustaba”. Los quieren vivos, pero el brutal tiempo los va orillando a hablar en pasado. Y para acentuar la tragedia, José me ayuda a indagar: la generación de primer año tenía 140 alumnos, menos 43 desaparecidos (97), menos tres muertos (94), menos dos heridos graves en hospitales (92), menos 50… “que se fueron, que ya no están en el movimiento, que ya se llevaron sus cosas, que ya no van a regresar”. Silencio.

La generación 2014 de primer año de Ayotzinapa tenía 140 alumnos y se ha quedado con 42. Ha perdido 30 por ciento de sus alumnos. Una generación diezmada, aterrorizada…

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