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martes, 29 de octubre de 2013

Deslindes

La inmoralidad en el IFE

Por Armando Sepúlveda Ibarra

La corta e infame historia del Instituto Federal Electoral como hacedor de fraudes y elecciones de dudosa transparencia, cerrará con broche de oro: con un acto de igual calidad ética como la inmoral decisión de los cuatro consejeros en retiro de auto premiarse con un bono de jubilación de 4.6 millones de pesos para cada uno por su servilismo al poder en turno y por volver la espalda a la sociedad con sus interesados dictámenes.

Orondo y cínico Leonardo Valdez Zurita, el presidente consejero y uno de los beneficiarios de la deshonesta compensación por su triste y vergonzoso paso por el IFE, dice sin apenarse que deja “una institución muy sólida y muy consolidada”, mas grave aún cuando sabe que, con la ayuda de su antecesor Luis Carlos Ugalde, ahijado de la conspicua maestra Elba Esther Gordillo, cavó con frenesí la tumba del réferi electoral que había sido creado en 1990 para apagar el descontento general después del atraco a las urnas perpetrado, con impunidad de político, por Carlos Salinas de Gortari y su pandilla.

Por entonces nadie creía, ni deseaba, que el IFE iba a convertirse al poco tiempo de su fundación en un lamentable instrumento del gobierno en ejercicio con los partidos opositores de comparsas a la hora de repartirse las posiciones con el método del prorrateo. Para volver al pasado todos juntos echaron de su seno a la sociedad que, al principio y como una de sus bases camino a la democratización efectiva del país, estaba representada por consejeros ciudadanos para calificar las elecciones.

Ajeno a las componendas de la desacreditada clase política que por ahora usurpa la representación del pueblo con la antidemocrática y corrupta partidocracia, José Woldenberg desempeñó la presidencia del IFE desde su creación con rectitud e imparcialidad y fue, quién podría cuestionarlo, factor esencial para que el PRI-gobierno tripulado por el grisáceo Ernesto Zedillo, reconociera en 1997 el arrasador triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en la jefatura de gobierno del Distrito Federal y en 2000 el de Vicente Fox en la Presidencia de la República. (Más conservador que el deslenguado ex mandatario y nuevo promotor de la legalización de la mariguana, Zedillo bien pudo haber sido un distinguido panista y, quizá por su ideología neoliberalista, cedió los bártulos de Los Pinos al Partido Acción Nacional para que el de las botas vaqueras junto con el pequeño Calderón regalaran al país una atroz docena de fracasos y retrocesos parecidos o peores (si puede haberlos) a los setenta años del priato camuflado de revolucionario).

Iba todo bien e inclusive parecía que la transición a la democracia comenzaría a consolidarse con el tiempo y las siguientes elecciones, hasta que los políticos de los partidos ultrajaron las virtudes del quinceañero IFE y lo tomaron por asalto: desplazaron a los consejeros ciudadanos desde la Cámara de Diputados, donde los nombran, para colocarse mediante el reparto de cuotas entre sus fieles las nueve posiciones que arbitran los comicios al antojo de quien manda. Aquí salta a la vista la argucia acerca de cómo un grupúsculo de traidores a los anhelos democráticos de la sociedad, presididos por el desprestigiado Luis Carlos Ugalde, despojó en 2006 de la Presidencia de la República al izquierdista Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD, para obsequiársela por empeño corruptor de Fox al mediocre y borrachín Felipe Calderón, aquel nefasto hombrecito que sembró una estela de muerte, con casi cien mil asesinatos mas 25 mil desaparecidos, con su descoordinada y absurda guerra a la delincuencia organizada.

Detrás de todo el interés por apropiarse de las decisiones que correspondían a la sociedad, sobresale también el jugoso botín que significa para los partidos el gigantesco presupuesto del IFE, un barril sin fondo que alimenta a zánganos de oficio que viven desde siempre de los recursos públicos atrincherados como sanguijuelas en membretes que a nadie representan. Diga el lector si siente que los diputados y senadores del PRI, el PAN, el PRD y demás fauna, cuidan y protegen sus intereses y luchan por el bienestar del pueblo.

Por ejemplo: durante 2014 no habrá elecciones, pero el IFE dispondrá de un presupuesto de 14,800 millones de pesos en un país con hambre y con cincuenta por ciento de los mexicanos en la pobreza.

Es igual de inmoral que se desvíen y dilapiden esas ofensivas montañas de dinero para sostener partidos antidemocráticos y una burocracia del IFE incapaz de abonarle buenos resultados a la sociedad más allá de los burdos fraudes electorales como el que impuso a Felipe Calderón en la Presidencia de la República con la ayuda de Luis Carlos Ugalde y aquel que legitimó un proceso ensombrecido por la escandalosa compra de votos y otras maniobras desaseadas del nuevo PRI tomadas en préstamo al viejo PRI para allanarle a Enrique Peña Nieto el camino rumbo a Los Pinos.

Y como corolario a la farsa de 2012 escenificada por sus consejeros, el IFE resolvió, enredado en sus cochupos al estilo del viejo PRI, que sólo López Obrador rebasó los topes de campaña y se le acreditó a sus partidos postulantes una millonaria multa, mientras a Peña Nieto que, como decían sus fans, echó la casa por la ventana con el exorbitante costo del cultivo a su personalidad durante el proselitismo en busca del voto, casi le premia su austeridad, todo lo cual exhibe una visible deshonestidad.

Ahora que vuelve el IFE a los escenarios de primera importancia y existen voluntades para desaparecerlo y cambiar sus siglas por un Instituto Nacional de Elecciones, cabe preguntarse: ¿faltan organismos nuevos y leyes y reglamentos, o sólo es cuestión de ponerlos a funcionar con honestidad y apego a la legalidad, con transparencia y compromiso con la democracia?

En voz del historiador inglés Gibbon, famoso por su monumental obra sobre el Imperio Romano, estaríamos por ver si con la nueva reforma electoral los diputados perseveran en sus actitudes y afrentan su jerarquía en vez de encumbrarla.

Ya urge también restaurar la dignidad del Senado y de los políticos en general, renovar la forma de hacer política, con mexicanos dispuestos a aportar sus conocimientos y su esfuerzo, moralizar sus procederes y exigirles probidad y un rumbo de certezas, para sacar al país de la ruina antes de que termine por desmoronarse más entre sus ineptitudes y corruptelas, actitudes que, como referencia, urdieron la decadencia y caída del Imperio Romano.

armandosepulvedai@yahoo.com.mx

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