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martes, 17 de septiembre de 2013

Deslindes

Por ARMANDO SEPULVEDA IBARRA

El Pacto y las protestas

México, DF.- A medida que las expectativas de grandeza imaginadas por el oficialismo con el retorno del PRI a Los Pinos se vienen diluyendo con la cruel realidad, como las crisis económica y política, al gobierno sólo le queda, si persevera en sus errores, aferrarse como ancla de salvación al denostado Pacto por México, el instrumento que suplanta al Congreso de la Unión y domestica a la cúpula del PRD y el PAN para sus fines reformistas que, sin embargo, han tensado las relaciones con amplios estratos de la sociedad.

Por cada reforma estructural puesta a la luz pública surge un nuevo campo de batalla contra el novel gobierno del señor Peña Nieto y, según la apreciación de los analistas políticos, ha faltado a los gobernantes del nuevo PRI un mínimo de sensibilidad política como para sentarse a negociar con todos los actores antes de imponerles sus proyectos de cambio desde la despótica decisión unilateral y en detrimento de las otras partes.

El débil capital político del gobierno torpedeado por las sospechas de fraude y las pruebas exhibidas sobre la escandalosa compra de votos durante las elecciones de 2012, pareció enriquecerse en diciembre pasado cuando, a instancias de oficiosos izquierdistas de mentirijillas, suscribió con su partido y los dirigentes opositores de derecha e izquierda el Pacto por México y lanzó al mundo la alegre señal de que arrancaba el sexenio en unidad con las demás fuerzas políticas del país. (Manuel Camacho Solís había sugerido una alianza de esta naturaleza en las altas esferas del PRD, pero en su momento la desecharon por ubicarse en el servilismo, sólo para que un poco tiempo después el neopriísta manipulador del perredismo, Jesús “El Chucho mayor” Ortega le robara la idea al ex regente capitalino en el tenebroso sexenio de Salinas y, ni tardo ni perezoso, en octubre pasado fuera corriendo a regalársela al PRI a cambio de prebendas).

A partir de allí, salvo algunas coincidencias, comenzaron a esfumarse las buenas intenciones de los pactistas a su pesar y, como lo anticipamos, nada bueno le dejaría al gobierno una vez que chocaran los intereses de los sectores involucrados en las ansias reformistas, como ahora lo vemos. Mas los cabecillas del PRD y del PAN, Jesús Zambrano y Gustavo Madero, a espaldas de sus militantes siguen endiosados y boquiabiertos con el señor Peña Nieto e inclusive algunos de sus más críticos correligionarios creen que ambos dejan de lavarse las manos durante días cuando el inquilino de Los Pinos desciende a estrechárselas.

El escenario cambió en poco meses y aquel sentimiento de fe y esperanza de algunos sectores que creían a ciegas que iban a beneficiarse con las iniciativas del nuevo PRI y hasta sacaban las cuentas con las tajadas del león, sintieron de pronto como si hubieran sido traicionados. Aquí debe citarse la crispación de ánimos hasta de viejos aliados del gobierno, como las cúpulas empresariales que después de aplaudir los proyectos de reformas energética y financiera antes de conocerlas (porque pensaban que iban a beneficiar a los grandes tiburones de la economía, a los 53 multimillonarios de Forbes y algunos más pobrecitos), ahora las critican: querían apertura total al capital privado en la industria petrolera y la entrega del recurso en concesión, así como el despiadado IVA a medicina y alimentos y conservar intactos otras exenciones de impuestos y viejos privilegios. Existe además un claro disgusto empresarial por el desplome de la economía nacional y, sobre todo, con su errática manera de conducirla.

Un recuento de los sucesos a menos de cumplirse un año del gobierno priísta alteraría los nervios hasta al propio Niccoló Machiavelli (1469-1527) e invitaría al político, filósofo y escritor florentino a tomar un rumbo más cierto y menos pantanoso. Por ejemplo la reforma laboral tildada por el sindicalismo de pro empresarial, hasta el momento no ha fomentado la creación de decenas de miles de empleos como aseguraban los gobernantes y, por lo contrario, ha aumentado la desocupación.

Entre los inconformes con los nuevos modos de hacer política destacan los senadores y diputados del propio PRI, aunque la disciplina les obligue a callar para salvar sus jugosas y devengadas quincenas y su futuro dentro de la comodidad del presupuesto. Si antes simulaban que legislaban cuando sus pastores camarales les daban la línea para votar las iniciativas, ahora saben que han de obedecer sin chistar, como mansos corderitos, todo lo que venga con la etiqueta del Pacto por México, integrado por burócratas de carrera que nunca han dejado de vivir de nuestros impuestos, como el susodicho Jesús Ortega, el ex comunista Pablo Gómez, el panista Santiago Creel y otros prohombres de igual estatura democrática.

Acaso el creciente descontento general y las circunstancias adversas obliguen, como en el caso del frustrado intento de gravar con el IVA medicinas y alimentos, a que el gobierno vía una orden a sus legisladores deseche el impuesto sobre las colegiaturas, otro frente innecesario abierto por la sensible Secretaría de Hacienda.

Falta saber quién y cómo detendrá la avalancha de inconformes que, como bola de nieve, avanza incontenible de distintos puntos, desde los opositores a privatizar el petróleo hasta los maestros disidentes a quienes vienen uniéndoseles, en su lucha contra la reforma educativa que – dicen – amenaza sus derechos laborales --numerosos contingentes del charrismo sindical que capitanea el sucesor y cómplice de Elba Esther Gordillo, Juan Díaz de la Torre, nuevo Frankenstein del priísmo.

Porque cambiar la política por el uso de la fuerza pública, como el temporal desalojo de los maestros del Zócalo capitalino, con el garrote y los gases de la policía, alimenta dudas y temores entre la sociedad y fortalece la creencia de que bajo el disfraz del nuevo PRI respira el viejo priísmo autoritario.

armandosepulveda@cablevision.net.mx

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