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lunes, 2 de septiembre de 2013

Deslindes

Por ARMANDO SEPULVEDA IBARRA

Ausencia de oficio político

La ausencia de oficio político y, para decirlo con palabras más autorizadas, de inteligencia justa para negociar con los opuestos un paso más adelante de simples coincidencias como las del agonizante Pacto por México, ha descobijado a los nuevos gobernantes y ha puesto en jaque a la frágil estabilidad política y social.

A la añeja crisis económica sacudida más aún por el desplome de los pronósticos del PIB con la recurrente fuga de capitales golondrinos, ha venido a sumarse la inquietante crisis política con una serie de movilizaciones contra los poderes constitucionales, apenas a menos de un año de haberse estrenado con bombo y platillo el retorno de los priístas a Los Pinos.

Las calles de la ciudad de México y de otras capitales de estados han sido tomadas por miles de maestros y de otros sectores diversos, inconformes con las reformas educativa y energética y con el rechazo de las burocracias a escucharlos y tomarles en cuenta sus propuestas antes de haber elaborado ambos proyectos con criterios unilaterales y, por ende, impositivos y autoritarios, como en aquellos años distantes cuando el ahora Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, calificaba al sistema político mexicano encarnado por el PRI como la dictadura perfecta.

En sólo unos días de intensas presiones los miles de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación provenientes de Oaxaca, Michoacán, Chiapas, Guerrero y el Distrito Federal, sentaron a los gobernantes en el pupitre de los exámenes sobre la materia denominada Oficio Político en medio de tensiones por sus bloqueos de las principales arterias y a las cámaras de Diputados y Senadores, a edificios del Poder Judicial, al aeropuerto internacional Benito Juárez, a la SEP, a embajadas, a los medios afines al gobierno y otros inmuebles.

Antes de que esas marchas y plantones estresantes para el gobierno desquiciaran la capital del país y pusieran a temblar a más de tres personajes, las burocracias ya habían reprobado con su desinterés por atender de veras los reclamos de los mentores. Acaso para quitárselos de encima y que dejaran de molestarlos, dichas burocracias les aceptaron en enero pasado que, después de sus foros, los integrantes de la CNTE entregaran sus propuestas para incluirlas en las leyes reglamentarias de la reforma educativa, pero al antiguo estilo despótico de los años idos las echaron en el cesto de la basura.

Mientras uno de los autores de la denominada reforma educativa, el secretario de Educación, Emilio Chuayffet, corría a esconderse debajo de su escritorio desde el inicio de las manifestaciones, los disidentes del magisterio oficial mantenían todavía hasta anoche, la víspera del primer informe de Peña Nieto, las presiones sobre los diputados y senadores priístas y panistas y paleros que trataban, a toda costa, de aprobar al vapor la Ley del Servicio Profesional Docente con la oposición de la izquierda. Su férreo repudio a la reforma responde a que – afirman – atentaría contra sus derechos laborales, entre otras cosas.

Salvo jugarles el dedo en la boca con largas reuniones con diputados y senadores priístas que carecen de facultades para responder a sus demandas, a los maestros les han contestado con autoritarismo los pastores camarales Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, con tajantes poses como decirles sin empacho que aprobarán la reforma como viene: sin cambios. Tampoco es para sorprenderse actitudes de esta naturaleza, inverosímiles en una supuesta democracia participativa, porque ambos políticos carecen de experiencia y oficio político para negociar después de formarse en aquel viejo PRI que en pleno 2013 se resiste a morir.

En sus tiempos antes del año 2000 los priístas raras veces negociaban con los opositores y, en cambio, los aplastaban con el mayoriteo en las cámaras y hasta les dibujaban señales obscenas, como las de barbajanes de la talla de los diputados Humberto Roque Villanueva y Miguel Angel Barberena, para significarles sus derrotas, o de plano compraban voluntades para imponerse sin más diálogo y concertación que los dineros públicos, e incluso en muchos casos las amenazas.

Algunos hombres de buena fe creyeron que el Pacto por México iría más allá de las simples obviedades y unificaría criterios donde las derechas e izquierdas disintieran, para lograr con esta voluntad política los consensos que alcanzan las democracias auténticas, pero todo vino al traste (como lo vislumbramos en su tiempo) a la hora de tocar los temas discrepantes. Colgados de la brocha y embobados aún con el señor Peña Nieto, han quedado expuestos al ridículo los cabecillas del PAN y del PRD, los señores Madero y Zambrano así como el otro chucho, Ortega, el manipulador del perredismo y abyecto servidor del priísmo como antaño lo hiciera su ilustre maestro Rafael Aguilar Talamantes, con la desesperada esperanza de que algún día consigan negociar avances políticos contra los fraudes electorales y otros aspectos que benefician al gobierno en turno y sus grupos de interés y rezagan más a las mayorías y al país en su conjunto.

La memoria de Tlatelolco debería alejar de las mentes violentas la idea de utilizar la fuerza pública para reprimir a los maestros inconformes y obligarlos a irse de vuelta a sus casas con las manos vacías.

Nada les costaría a las altas esferas burocráticas del nuevo PRI iniciarse en la negociación, en el oficio político y los consensos propios de estados democráticos del primer mundo, en vez de soñar con la vuelta al garrote de gorilas de la estatura de Díaz Ordaz y compañía.

armandosepulveda@cablevision.net.mx

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