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martes, 9 de abril de 2013

La izquierda de derecha

Jorge Fernández Menéndez

La izquierda intolerante es el mayor lastre del que deben deshacerse el PRD y sus gobiernos si no quieren terminar enlodados por tanta violencia

México DF.- La violencia, los bloqueos interminables, el manifiesto desinterés por los derechos de los otros, han confirmado en estas semanas que, como hemos dicho muchas veces y desde hace meses, no eran Elba Esther ni el SNTE (la caída de Gordillo tiene otros orígenes y razones) el mayor desafío que tenía la reforma educativa en el país: el verdadero desafío para transformar la educación está en ese núcleo duro de la Coordinadora, que opera sobre todo en Oaxaca, Guerrero, Michoacán y parte de Chiapas, que se dice de izquierda pero que en realidad constituye un movimiento violento, intolerante y organizado en torno a los intereses y los negocios particulares de sus líderes, que han dejado a los estados en donde operan con las peores calificaciones educativas del país y en algunos casos del continente. No les importan los niños ni sus familias, la educación ni los intereses de la sociedad: pueden cometer cualquier tipo de destrozo, desmán o agresión, pero siempre quieren impunidad.

No deja de asombrar la tolerancia del Estado ante estos grupos, no ante sus posiciones políticas (tienen derecho a sostener la que sea) sino ante sus actos; en los últimos años hemos visto de todo: desde opositores apedreados, arrancados de una estación de radio, embadurnados en chapopote y arrojados en las calles, hasta destrozos de todo tipo e incluso muertes que también quedan impunes (como la del trabajador de la gasolinera incendiada en aquel desalojo de los maestros de Ayotzinapa). Pero no se trata de simple vandalismo: lo que está detrás es una clara estrategia política que combina estos actos con operaciones de otro tipo, incluyendo la creación de los grupos de autodefensa que tienen orígenes diversos (aunque los afluentes principales siguen siendo dos: organizaciones armadas y del narcotráfico), en un proceso de evidente desestabilización y creación de estructuras paralelas a las del Estado. Por eso hacer justicia por propia mano termina estando tan relacionado con obligar a establecer programas educativos alternativos, propios. Los vietnamitas tenían, cuando estaban en guerra con Estados Unidos, un concepto para eso: el poder dual, la construcción de un poder alternativo al de las autoridades constituidas que operaba, de facto, en forma simultánea a las mismas.

Por supuesto que nuestros líderes de la Coordinadora y las autodefensas, emparentados unos con otros, distan mucho de tener el pensamiento político mucho más sofisticado de aquellos vietnamitas, pero la idea allí está, y ante la permisividad, y en ocasiones la complicidad, de las autoridades, la misma sigue germinando. La fórmula fue ensayada primero en Atenco y hace siete años en Oaxaca, con el movimiento que tomó aquella ciudad y que se congregó en torno a la APPO. Fue responsabilidad de los políticos y de los medios no condenar, en paralelo a los excesos que pudieran haber cometido las autoridades locales, las barbaridades que se hicieron supuestamente como parte de ese levantamiento popular. Desde entonces la fórmula se ha repetido una y otra vez, llegando incluso al exceso de que la Asamblea Legislativa del DF, controlada por el bejaranismo, aprobara en horas modificaciones al código penal local para evitar que los autores de los desmanes del 1 de diciembre pasado fueran sancionados. O hablando ahora de represión cuando los vándalos de la Coordinadora fueron desalojados de la Autopista del Sol luego de más de seis horas de bloqueo (lo incomprensible es cómo se les permitió mantener ese bloqueo tantos días sin haber tomado medidas mucho antes). Un desalojo que duró apenas siete minutos y que se puedo realizar sin violencia, a pesar de que estos grupos colocan, siempre, en primera línea a sus golpeadores mezclados con mujeres y niños.

Es un problema que las autoridades deben atender pero al que el PRD y la izquierda deben dar respuesta. No son sus aliados: son sus enemigos. Para estos grupos la desaparición del PRD como una fuerza de centroizquierda es una necesidad y lo demostraron destrozando sus oficinas. La izquierda de derecha que quieren construir es la que se deshace en lisonjas a Chávez y Maduro pero contrata helicópteros para pasear por Nueva York. La que hace pública su insensatez al felicitar y solidarizarse continuamente con Kim Jong-un y la tiranía familiar que asuela a Corea del Norte, el país más aislado del mundo, desde hace seis décadas. La que cuando se descubre un atentado para asesinar a uno de sus líderes se pregunta en Twitter cuál es “la intención oculta” que subyace detrás (aunque todos, víctimas y victimarios, hayan participado juntos de esa misma corriente). Esa izquierda intolerante y de derecha es el mayor lastre del que deben deshacerse el PRD y sus gobiernos locales si no quieren terminar enlodados por tanta violencia e intolerancia.

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